Dimitri estuvo aullando ala luna hasta que empezó a amanecer para después trabajar en sus campos hasta perder la noción del tiempo. Era lo que había estado haciendo durante toda la semana. Agotar sus fuerzas hasta no poder mas para no tener que enfrentarse a las miradas de su manada, algunas indiferentes, otras acusadoras, las peores... no eran miradas. Si no que algunos miembros de su manada ni siquiera lo miraban desde que asesinó a su hermano. Debía de ser cerca del medio día porque el sol se había puesto en lo alto del lago reflejando toda su luz. Miró a su alrededor deleitándose con el color del bosque a aquella hora. Dimitri pensó que por muchos siglos que viviera nunca llegaría a comprender los caprichos de la madre naturaleza. Había empezado a llover ligeramente hasta convertirse en una tormenta, y después, había dejado de llover. El agua había mojado su melena alborotada y ahora las gotas de lluvia resbalaban por su pecho desnudo. La transformación daba lugar a eso, destrozaba cualquier tejido que encontrara a su paso. Olfateó el aire y un olor a tierra mojada impregnó sus fosas nasales, aquella era su tierra y le había costado la vida a toda su manada. Pronto creó otra manada, él era un Alfa con sangre de reyes y estaba destinado a reinar. Pero hubiera sido más feliz siendo un príncipe. Si su mayor enemigo, Lucan Velmont, no hubiera asesinado a casi toda su manada, incluyendo a sus padres. Eso era lo que lo retenía allí. Se sentía el responsable de toda su raza, incluso de los jóvenes iniciados que tenían sus propios padres alfas. Y eso era lo qe le preocupaba durante la última luna llena muchos jóvenes habían iniciado revueltas y aquello no era bueno; al igual que su hermano muchos se estaban sublevando contra los humanos. Respiró profundamente intentando convencerse de que aquellos contratiempos no eran mas que casualidades y que nada tenía que ver con la caída de la muralla, cuando un dulce olor a canela le vino con la brisa...
Tras despedirse de Noa y Anita porque tenían que ir a ayudar a la abuela de Anita en la tienda, Lisa decidió quedarse un poco más en el bosque. Le encantaba la naturaleza y le encantaba estar rodeada de ella. Muchas de las flores del lugar ya se habían marchitado debido al otoño, pero aquello no suponía un problema para Lisa. Tras pasar la palma de su mano por encima de ellas las podía hacer florecer de nuevo. en ocasiones odiaba tener ese don que la hacía ser tan diferente del resto de los mortales, pero en los dos últimos años se había dado cuenta de que además de que ya no podría vivir sin el, también era algo místico y precioso. Se había acostumbrado tanto a utilizar sus habilidades como a esconderlas, todo dependía de lo que quisiera hacer y el lugar donde lo hiciera. tenía que estar completamente sola y relajada si quería que saliera bien, aunque en ocasiones también podía obligara alguien a hacer o decir algo en contra de su voluntad. esto podía hacerlo en cualquier momento porque lo tenía muy practicado, pero era algo peligroso además de malvado, por eso solo lo hacía en circunstancias límites, como cuando le iban a dar un suspenso.
Dimitri desvió sus pasos tratando de identificar aquel olor. Desde luego no podía ser de algún humano porque las brujas habían hechizado sus campos con la intención de que ningún humano se adentrara en ellos. Tampoco era alguien de su propia especie, pero... apretó las manos en puños cuando tras olfatear de nuevo el aire otro olor mas conocido llegó hasta él. Gruñó de pura rabia mientras sus ojos se volvían plateados y su oído se intensificaba. El olor a canela se mezclaba con el de su enemigo: Lucan Velmont, desterrado de aquellas tierras hacía mas de doscientos años. No podía ser posible, sin poder controlarse, la bestia del licántropo que llevaba dentro despertó arqueando su espalda y ensanchando su pecho. Abrió las manos para que sus dedos se convirtieran en mortales garras y las articulaciones de las piernas se invirtieron. No podía evitar su naturaleza.
Tras hacer florecer unos lirios casi asfixiados por unos matorrales, se miró la palma de la mano. Su marca ya no le parecía tan horrible después de saber que dos personas más también la tenían y no se avergonzaban de ella. Además, aunque no lo quisiera admitir, sabía que su magia provenía de aquella marca. al principio las primeras experiencias que había tenido usando su poder le habían dado escalofríos y un miedo terrible, pero poco a poco había aprendido a controlar sus inusuales habilidades.
Dimitri estuvo a punto de atacar, pero su instinto le dijo que no lo hiciera, y su instinto pocas veces le fallaba. Flexionó las piernas para tomar velocidad y trepó hasta uno de los árboles para visualizar mejor su objetivo. Unos pasos más adelante entre la maleza, un movimiento extraño acabó de indicarle el lugar donde se encontraba su presa. Aguardó unos segundos, y cual fue su sorpresa al ver salir de entre los matorrales la figura de una mujer. Aunque más bien parecía una niña; su cuerpo era menudo y carecía de curvas, pero daba la sensación de que sabía hacía donde se dirigía. ¿Cómo era posible que una humana conociera sus tierras? Sus caderas se movían al compás de sus piernas con cada paso que daba, y su mirada parecía entusiasmarse con la naturaleza como si quisiera embriagarse del paisaje. Aquello era irreal, cualquier mujer humana estaría perdida y asustada en aquel lugar. La siguió trepando por los árboles y se sorprendió a si mismo admirando la forma de caminar de aquella. No estaba dando un simple paseo, tenía la seguridad de saber hacía donde dirigirse pero...¡que la había llevado hasta allí. El aroma que desprendía como el de Lucan tendría que haber sido suficiente para saltar sobre ella y arrancarle el corazón, pero en estos momentos era una de las muchas tentaciones de las que Dimitri se estaba reprimiendo. Era una criatura tan pequeña y exótica que que sonrió para sí mismo al imaginársela encerrada en una jaula colgada de la ventana de su habitación como a un pajarillo. La mujer se agachó para observar de cerca algo que había nacido de la tierra y Dimitri se relamió preguntándose como sabría su piel. Su cuerpo se tensó al instante haciéndole preguntarse si aquel tenue perfume a canela que estaba impregnando sus fosas nasales no le estaría nublando la mente y haciéndole perder el control.
Los colmillos le latían por la necesidad de saltar sobre ella, pero …¿en que estaba pensando? Aquella hembra no podía ser humana y tampoco uno de los suyos. Sólo podía ser una cosa; dejó escapar un gruñido sintiéndose desgarrado por dentro: una esclava de Velmont.
Lisa oyó un rugido aterrador y se dio media vuelta asustada. Allí no había nadie, pero sentía que algo la observaba. Miró a su alrededor y se asustó aún más al darse cuenta de que lo que antes había sido un hermoso paisaje, ahora lo encontraba espeluznante. Se había desviado del sendero y estaba en el medio e una espesura de inmensos árboles, no conocía el camino para salir de allí y nadie la encontraría si un animal se dispusiera atacarla. Ni siquiera ella sabía en que punto del inmenso bosque se encontraba. Miró al cielo para imaginarse la hora que sería y lo que vio la dejo inmóvil, aunque co un temblor irregular en las piernas. En lo alto de un árbol, la bestia más horrible que jamás hubiera vist la miraba fijamente. No puede ser, pensó, lógicamente, todo aquello no estaba sucediendo. Cerró los ojos pensando en que cuando los volviera a abrir despertaría en su cama, pero cuando lo hizo aquel animal seguía allí. La miraba fijamente como si en cualquier momento fuese a saltar obre ella y destriparla allí mismo. Dio un paso atrás y se cayó al suelo, su mente no pudo reaccionar a la situación y por fin perdió todo el conocimiento.
Su aullido lo había delatado dando lugar a que la mujer lo descubriera y lo mirase fijamente con unos profundos ojos color avellana a punto de saltar de sus órbitas. Dimitri pudo oler su miedo y masticar su propia angustia. Antes de que la humana cerrase los ojos con fuerza, los abriese de nuevo y después tropezara con sus propios pies y cayera desmallada...entonce Dimitri se avalanzó sobre ella para olfatearla. El hecho de que fuera la amante, o la esclava de un vampiro, no le molestaba tanto como el hecho de que se atreviera a pasear por sus campos. Aún así, ningún vampiro podía caminar a plena luz del día como ella lo había hecho. Pensaba mientras estaba sobre ella a cuatro patas olfateandola en su forma de lobo. La había visto adorar la naturaleza y deleitarse con ella, ni los esclabvos, ni los infectados serían capaces de actuar así. Su sangre era fresca, como la sangre de los humanos...¡Pero! Un momento..., su sangre también olia a sangre real. Las criaturas mágicas como Dimitri, descendientes directos de los reyes del cielo o el infierno, poseian un aroma peculiar. Un aroma que gritaba que tenían sangre de los reyes: del cielo o del infierno, poseian un aroma peculiar. Un aroma que gritaba que tenían que ser respetados por el resto de criaturas sobrenaturales. Sin embargo, aquella hembra era humana. No era un ser inmotal, Dimitri podía saberlo y estaba seguro de ello, escuchaba su sangre correr por las venas, y el latido desu coraz´lon...¿que clase de criatura era ella? Los orcos se habían extinguido al igual que los dragones y las hembras vampiras; las valkirias, las hadas, y los duendes eran una leyenda. Y los duendes y las sirenas, aunque Dimitri jamás había visto alguno, seguia creyendo que existian. Los Licam eran solo un mito. Ella era humana, pero...¿de donde provenía su aroma. Pensó en llevarla a su fortaleza para encerrarla en una celda. O en su misma habitación, se dijo sonriendo. Pero si alguien sabía donde se encontraba eso alteraría alos humanos. y si ella había cruzado el umbral de magia que protegía sus tierras, cualquier humano podría hcerlo. Siguió buscando alguna señal en su uerpo del mordisco de un vampiro, si era una recien infectada eso lo explicaría todo. Podría conservar el aroma del vampiro que la había mordidoy tambien someterse a los rayos del sol los primero días de transformación. Pero no lo encontró. Aún así era imposible que alguien en ese estado poseyera los sentidos que ela tenía. pensó que la marca quizás estubiera bajo la poca ropa que la cubría y estaba a punto de arráncarsela cuando una luz lo cegó. ¿dónde estaba? Sintió que su cuerpo flotaba en el aire y que no tenía donde agarrarse. ¿Se estaba desmayando igual que aquella humana? En ochocientos años no le había ocurrido nada semejante.
-Rey de los licántropos-anunció una voz de mujer-.Arrodillate ante mi.
Intentó abrir los ojos pero una luz lo cegó. era una luz caliente y envolvente. Dimitri se arrodilló sintiendo el amor incodicional de aquel ser, jamás había sentido algo así, pero sabía lo que era. Su diosa lo había elegido a él de entre todas las criaturas.
-La muralla se está agrietando...-pronunció con voz poderosa-...dime guerrero¿Cómo piensas salvar a tu raza?
Dimitri dudó unos instantes ante sus palabras, era la primera vez que Eva se materializaba ante él y estaba asombrado. Pero...¿acaso Eva lo estaba advirtiendo de que su raza desaparecería tras la caída de la muralla, o lo estaba poniendo a prueba?
-Luchando contra el mal-respondió.
-La lucha trae guerras-afirmó Eva-.Las guerras traen el odio entre mis hijos...
-No si acabamos con los vampiros.
-Algunos vampiros también son hijos mios...Dime, ¿sabes cual es tu misión?
pues claro que lo sabia ; proteger a los humanos por encima de todo. Pero no tubo que contestar a la pregunta, Eva ya había leído sus pensamientos.
-...querido rey Alfa-Eva miró a la humana curiosa-¿En serio crees que podrías enseñar a esa criatura a cantar como a un ruiseñor? Dimitri intentó poner la mente en blanco, peo no lo logró. Por primera vez en su vida inmortal sintió miedo; Eva lo había creado para proteger a los humanos, y también podía acabar con él con tan solo un pestañeo. Si aquella hembra que yacía en el suelo era humana y Eva estaba al corriente de los oscuros pensamientos que había tenido hacía un momento...´
-Si la encerraras en una jaula...-siguió Eva irónica-...sus gritos te dejarian sordo antes siquiera de que pudieras regodearte de ello. ¡Centrate en la muralla, Rey Alfa!
Dos relámpagos cayeron del cielo, cada uno a un lado de Dimitri, la tierra retumbó y el fuego se expandió rapidamente por el bosque.
-Si la muralla cae, los demonos no tendran piedad-le advirtió. Después desapareció en una evolvente nube de color violeta y todo el fuego desapareció con ella.

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