En un lugar entre el cielo y la tierra se alza un pueblo mucho más antiguo que el firmamento. Un Imperio donde no existe el tiempo ni el espacio, dónde la magia , la calma y la perfección; equilibran esta atmósfera en la que miles de seres de la luz son gobernados por la diosa Eva. Este lugar es conocido cómo "Pueblo de Holma", y en el centro de este Imperio, surge el "Templo de la Congregación". Las paredes pintadas de un blanco inmaculado están decoradas con relieves de oro por artesanos de otro mundo. El aire; que no existe, tiene un aroma a jazmín y madreselva. Dentro de este templo irradia una paz absoluta. Y en el centro hay una plataforma desde la que Eva se dirige a sus seres cuando los convoca. Eva flota en el aire en el centro de esta plataforma en su forma de mujer. Ella es la criatura más hermosa y sabia del universo. Su rostro irradia la más absoluta paz, mientras concentra toda su energía con los ojos cerrados llamando a sus hijos....
--¡Lisa, llegaras tarde al instituto!--.Oyó gritar en la sala de abajo a una de sus tías.
Estaba tumbada sobre una enorme cama de roble macizo estilo victoriano que debía costar una fortuna escuchando música. Se deprendió de los auriculares dejándolos sobre la mesita. Miró su móvil y vio que eran las siete y media de la tarde. Sus tías la habían convencido para que se apuntara a las clases nocturnas del Instituto porque las cuatro trabajaban por la noche. A ella no le importó. Y tampoco podía quejarse. Llevaba dos meses viviendo en aquella casa enorme y era mucho mejor que estar en el centro social. Además no tenía que compartir habitación con nadie. Su habitación era suya y aunque aquellas mujeres no estaban muy cuerdas, la habían equipado con una mesa de ordenador, Tablet, portátil, móvil, ropa, bolsos, innumerables cosméticos que la mayoría no sabía ni utilizar, y por supuesto; un tocador entero lleno de ropa interior de lujo porque tía Luz le había dicho que era su trabajo. Era diseñadora de ropa interior. Pero lo que más le gustaba de todo aquello era que las cuatro mujeres con las que vivía eran familiares de su madre, o por lo menos eso le habían hecho creer, pero lo cierto era que todavía no conocía el vínculo que tenían con su madre, porque cuando preguntaba, siempre se ponían de acuerdo para cambiar el tema de conversación. Abrió una de las cuatro puertas del armario y ojeó las miles de prendas multicolores que le habían comprado; eran compradoras natas. Tras un profundo suspiro cerró el armario y se miró en el espejo de cuerpo entero que colgaba de la puerta. Estaba atrapada en la adolescencia; era alta, pero su cuerpo todavía no había alcanzado el desarrollo de sus piernas y sus brazos. Era como estar en un cuerpo de niña y de mujer: sus hormonas sembraban el caos en su piel cubierta de pecas, pero todavía no habían moldeado sus caderas y su busto. Cogió dos mechones de su cabello multicolor que carecían de brillo y los colocó detrás de sus puntiagudas orejas. Miró sus ojos de color avellana en el espejo, tan inmensos que parecían no terminar nunca.
--¡Lisa llegaras tarde al Instituto!--Esta vez pudo reconocer la voz de Casandra. Era su favorita. Se la imaginó sentada en su silla giratoria sentada frente a las pantallas de tres ordenadores a punto de perder la paciencia porque tía Luz seguramente iba caminando de un lado a otro del salón mas nerviosa que si fuera ella misma la que fuera a empezar las clases.
--¡Un momento, ya casi estoy!--contestó mientras volvía a abrir el armario y se imaginaba a Bleda tumbada en el sofá sin tener nada que hacer excepto esperar a que ella bajase para ver su atuendo, levantar una ceja, hacer su comentario cínico que a ella le arruinaría la noche, y después volver a su manicura como si jamás se hubiese fijado en ella. Cogió aire y hecho un vistazo rápido a todas aquellas predas pensando en lo mal que le quedaban a su pequeño cuerpo carente de curvas. Todos aquellos modelitos estaban muy bien para ponérselos dentro de aquellas cuatro paredes. Pero ahora tenía que vestirse para ir a un Instituto nuevo. Ahora empezaba el mundo real, lejos de aquella mansión y lejos de aquellas cuatro mujeres que le habían comprado en dos meses todo lo que había deseado durante años. Y por primera vez en su vida, y sin saber todavía el motivo, Lisa quería encajar en ese Instituto. Un nudo se puso en su estómago cuando recordó el primer día de clase de su antiguo Instituto. Sintió vergüenza y desesperación. Inspiró profundamente para intentar alejar esos pensamientos y se arrodilló en el suelo para sacar de debajo de la cama la maleta con la que había llegado allí. Tenía que reconocerlo, pensó con resignación, si estuviera segura de que esa casa fuera su hogar definitivo, habría sacado ya la poca ropa que tenía en esa maleta.
--Lisa...¿Ya estas preparada?--oyó con tono impaciente a Luz--, te espero en el coche.
Levantó la cabeza y volvió a comprobar la hora que era: faltaban quince minutos para las ocho de la tarde. Genial, se dijo a sí misma. Iba a llegar tarde a su primer día de Instituto. Mientras rebuscaba en su ropa negra apresuradamente pensando en algo apropiado para ponerse encontró sus guantes de piel Instintivamente se miró la palma de la mano, No se hubo molestado en mirarla durante todo el verano, pero lógicamente, allí seguía: su maldita marca de nacimiento. En el centro, un oscuro circulo, y dentro de este tres puntos blancos que parecían cicatrices, y formaban un triangulo. Además de eso, venas de color rojo salían de la comisura de sus dedos y terminaban en esa mancha oscura haciéndola parecer un sol negro. Era horrible.
Finalmente se decidió por unos vaqueros negros y una camiseta sin mangas del mismo color. Cuando se vistió se miró en el espejo y se encontró de nuevo: volvía a ser Lisa la problemática; esa niña rarita que salía y entraba al orfanato una y ot5ra vez. En lugar de ser Lisa la pija mimada que se había sentido durante todo el verano. Cogió el móvil, lo guardó en su mochila y salió de su habitación.
--¡Ahghrrrr!--gritó Bleda cuando la vio bajar la escalera. En ese instante, la lámpara que colgaba del techo del salón se rompió en mil pedazos.
--¿Qué ocurre?--preguntó Jazmín entrando en el salón y viendo el estropicio.
--Se ha roto otra vez--contestó acostumbrada al hecho de que cada vez que alguna de sus tías se enojaba, algo se rompía, aunque sabía que esa no era la respuesta.
--¿Estás bien?--le preguntó Jazmín disimulando su risa mientras la miraba de arriba a abajo. Después se tapo la boca con la palma de la mano y corrió a la cocina, donde explotó una carcajada tan estruenda que Lisa pudo escucharla desde el salón. Casandra se dio la vuelta en su silla giratoria y también la miró abriendo mucho los ojos.
--Estas...--buscaba las palabras exactas. Casandra media un poco menos que Bleda, Jazmín, y Luz, y la única diferencia entre ellas era que Casandra no parecía que acabara de salir de una revista de modelos-...,estas estupenda. Y seguro que será un día fantástico.
Aquello no era justo, pensó Lisa atravesando el salón, Casandra intentaba animarla porque era su primer día, pero ella también la miraba como si fuera un solomillo pasado. Ella no tenía la culpa de vivir en los confines de loa civilización. Aunque Casandra la había enseñado a comprar por Interned y le había facilitado los datos de a cuenta bancaria donde tenía que cargar los recibos, los encargos que había hecho todavía no habían llegado. Y dudaba mucho que llegaran, aquella casa parecía un castillo embrujado en medio de la nada. Además, ella tampoco tenía las curvas de Casandra, ni las delicadas facciones de Jazmín, ni tampoco la elegancia de Bleda que hasta el camisón para dormir le quedaba bien.
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