Dimitri enterraba el cuerpo de su hermano mientras la luna bañaba su piel volviéndola de un color plateado. La sangre había manchado sus manos y el arrepentimiento invadía su corazón. De niños jugaban juntos pero a medida que fueron creciendo, Junior envidiaba más su posición como futuro Alfa de la manada.
El asesinato de sus padres fue la gota que colmó el vaso, la sed de venganza de Junior hizo que empezaran a odiar a los humanos hasta convertirse en un peligro para ellos. Y de esta manera, en enemigos de los licántropos. Su raza había sido creada hacía muchos siglos, después de que los hijos de Odín terminasen con casi toda la humanidad. Freya , hija legítima de Odín que se reveló contra su padre y lucho contra el ejercito de la primera cruzada, salvó a todos los recién nacidos cuyos corazones dejaron de latir a causa del asesinato de sus padres. Y estos niños, privados del don que todo hijo recibe al nacer: el amor incondicional de una madre. Fueron adoptados por Freya y devueltos a la vida justo cuando sus corazones dejaron de latir. Freya tubo que partir al reino de los cielos donde no los podía llevar, y les encargó a los lobos del bosque la misión de cuidarlos. Así que, cuando estos niños llegaron a la edad adulta, ya no fueron humanos, sino inmortales dotados de una fuerza todopoderosa y las habilidades de un animal. Con el único cometido de proteger a la humanidad de los demonios de Odín.
Él y su raza tenían el deber de proteger a la raza humana muy a su pesar, por muy inferiores que fueran y por que así lo quería su diosa. Y cualquier enemigo o amenaza para la humanidad, también era enemigo suyo. Incluso si era su propio hermano. Dimitri llevaba siglos mirando hacía otro lado muchas de las desobediencias de su hermano y las revueltas que ocasionaba en la manada. Pero esta vez se había pasado de la raya. Además de haber mostrado su naturaleza poniendo a toda su raza en peligro, hizo lo que jamás un licántropo debía hacer: asesinar a sangre fría aun humano inocente. Él había sido testigo de tal atrocidad desde la ventana de su habitación, corrió para evitarlo, pero la distancia que los separaba era demasiado larga. Dimitri rugió y saltó sobre su hermano movido por el deber de proteger a la raza humana, pero Junior, en lugar de agachar la cabeza y aceptar su castigo, se enfrentó a él a muerte. Dimitri era el Rey Alfa de su manada, y cualquier otro Alfa que lo retara a un combate ocuparía su lugar si ganaba la pelea. Dimitri no quería luchar contra su hermano, pero si se retiraba, Junior lideraría la manada. Así que cuando Junior se abalanzó sobre él Dimitri lo lanzó por los aires. Pero Junior dio tres vueltas en el suelo mientras se transformaba. Cogió impulso y se abalanzó sobre Dimitri dispuesto a matarlo. Dimitri saltó en el aire sin transformarse, rodeó con sus manos el cuello del animal y sus garras salieron. De un solo zarpazo arrancó la cabeza de su lomo. Ambas partes del cuerpo de Junior salieron volando en direcciones opuestas; cabeza por un lado, y cuerpo por otro.
Ahora Dimitri estaba entregando el cuerpo de su hermano al bosque. Mientras lo cubría de tierra las nubes grises se aglutinaban en el cielo y el olor a cobre a causa de la sangre impregnaba el ambiente. Esto y el brillo de la luna estaban haciendo que despertara a la bestia que llevaba dentro. No le importó. terminó de enterrar a su hermano y se arrodilló en el suelo. Sus ojos se llenaron de lágrimas y el ritmo de su corazón se aceleró. Como hombre podía amar, sentir, y desear. Pero como criatura creada por la diosa Freya tenía el deber de guardar el equilibrio entre todas las criaturas; bestias, humanos, vampiros..., para no llegar a una guerra sin fin. Pero la muralla que separaba a los dioses del bien y del mal se estaba agrietando, y esto era peligroso. El hecho de que su hermano hubiera dado muerte a un humano inocente de esa manera tan cruel solo era una pequeña muestra. Como un aviso de lo que se venía encima. Un escalofrío le recorrió la espalda. Si la muralla caía, los demonios de Odín invadirían el mundo de los cielos. Y eso no era algo que enfrentara a vampiros y licántropos directamente. Si no, que empezaban a suceder cosas, pequeños conflictos inexplicables como el acababa de suceder. Era como si el destino en el presente alimentase el futuro.
Dimitri se levantó, pero no como hombre, sino como criatura mágica: un lobo tan oscuro como la noche cerrada, el brillo de la luna resplandecía en su pelaje y le daba un color azulado. Era más grande que los que eran como él: licántropos; descendientes de los hombres más valientes que se atrevieron a luchar contra los hijos de Odín, a quien Freya otorgó una fuerza sobrenatural y la inmortalidad eterna, además de las habilidades de un lobo. Dimitri levantó la cabeza y aulló. El ruido revotó en el aire y creó una onda expansiva, pero no fue un aullido feroz, sino de desolación. En apenas tres segundos un ruido muy superior a la capacidad auditiva del ser humano le llegó a sus oídos. Eran los aullidos de su manada uniéndose a él en su pena.
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